El programa fue fluido y de buen ritmo, con todos los detalles cuidados por Ernesto, su asistente Calista y el extremadamente complaciente anfitrión Zanzan y su encantadora esposa Putu. Las enseñanzas ocurren dentro y fuera de las aulas, y me sorprendió cuánto aprendí en ocasiones que parecen pura indulgencia: en una cueva budista tradicional, en un campo de arroz local, en las aguas cristalinas del templo de agua sagrada y en las caminatas a la cascada impresionante. Y por supuesto, nada de esto sería posible sin Ernesto, quien humildemente se autodenomina facilitador, pero de hecho uno de los mejores maestros espirituales que puedes encontrar en la actualidad. Ernesto se esfuerza por estar disponible para todos, respondiendo pacientemente cada pregunta, siempre con una hermosa sonrisa en su rostro.

Con mucho amor,
Kelsey Xia
Hong Kong